Ningún general está justificado de lanzar sus tropas a un ataque directo en contra de una firme posición del enemigo. B.H. Liddell Hart.
Es el privilegio que solo tiene quien posee una cantidad de recursos, medios y talentos, para atacar en el centro del aparato defensivo enemigo. Se puede argumentar extensamente sobre lo poco recomendable que es usar la estrategia de ataque directo, por su altísimo costo. La economía de fuerzas constituye un objetivo claro de todo comandante, ya que la reposición de las tropas y materiales son críticos.
J.F.C. Fuller dice que bajo las condiciones modernas de guerra, esta forma de ataque, que es la más primitiva, en lo posible debe ser evitada, porque el poder del fuego en la defensa, es más grande que el poder del fuego en el ataque. Por consiguiente, aún cuando el defensor sea derrotado decisivamente, el costo del ataque puede ser en proporción muy elevado.
No obstante todas las enseñanzas que trae la historia del arte de la guerra, esta estrategia de ataque frontal o directo fue utilizada en numerosas oportunidades.
Mover las tropas en dirección al centro del oponente, consolida su balance, física y psicológicamente; por consolidación, él incrementa su poder de resistencia. B. H. Liddell Hart.
La Primera Guerra Mundial, como guerra estática, está plagada de ejemplos de ataques directos. Los logros obtenidos en las batallas no alcanzaron, nunca a compensar el altísimo costo en vidas. Los ejércitos que se enfrentaron en la gran guerra, sumaron millones de personas en los frentes de batalla. Las grandes ofensivas directas absorbían una cantidad abrumadora de vidas humanas. Por alguna razón, ambos bandos no pudieron romper con la inercia de pelear en el mismo plano de ofensivas directas tradicionales que se repitieron con torpeza. El ataque comenzaba con un violento duelo de artillería, que no alcanzaba a destruir al enemigo, ni a sus ametralladoras y luego una gran masa humana de infantería era enviada a atacar los campos alambrados y bien defendidos. Esto se repitió de manera insistente en ambos bandos.
Las grandes batallas de Verdún y Somme fueron un ejemplo del desastre de la guerra de trincheras y ataques frontales. Verdún duró 9 meses, con más de 1.200.000 bajas. En la de Somme, unas 500.000 bajas, por lo que no hubo ganadores.
Ni el tanque, el avión o el submarino lograron tener un rol decisivo, porque no fueron usados masivamente, como en la Segunda Guerra Mundial donde fueron factores de desequilibrio. En este tipo de combate, no sirvió poner ante el enemigo mayores fuerzas, los resultados siempre fueron los mismos, un sangriento desastre.
La batalla de Balaclava (1845)
Sucedió en la guerra de Crimea, donde se enfrentaron un ejército francés y británico contra el ruso. Previamente a la famosa carga de la Brigada Ligera, hubo tres acciones que carecen de importancia histórica y que nadie recuerda. Lo que permanece en la memoria es el ataque directo y suicida de la Brigada Ligera.
Se dice que hubo problemas de comunicación en las órdenes que se impartieron, lo cierto es que la Brigada atacó por donde no debía.
Frente a la incomprensión de los rusos que veían semejante valor mal conducido, la Brigada Ligera iba directo hacia el fuego cruzado y frontal de la artillería.
De los 670 hombres que entraron en acción, quedaron ilesos menos de 200. La Brigada Ligera quedó totalmente desarticulada como fuerza de combate.
Una vez más quedaba demostrado lo irracional y costoso de un ataque frontal contra fuerzas bien defendidas.